OPTIMAL DISTINCTIVENESS Y SEÑALIZACIÓN

 

En un mundo distópico…

 

Imagina un mundo en el que únicamente existen 2 modelos de coches:

 

1- COCHE UNIVERSAL

El gobierno regala este coche por imperativo legal a todos sus ciudadanos en cuanto cumplen la mayoría de edad. Algunas de sus características son:

> Es imposible hacer un coche más seguro con la tecnología del momento.
> Alcanza la máxima velocidad permitida. Es ilegal fabricar coches que corran más.

 

2- COCHE COMPRABLE

Este modelo es la única alternativa posible al coche universal. Algunas de sus características son:

> Es muy caro.
> Es igual de seguro que el coche universal.
> Es igual de rápido que el coche universal.
> Según los patrones estéticos actuales, es una mierda pinchada en un palo comparado con el coche universal.

 

SEÑALIZACIÓN

 

Resulta especialmente interesante observar las interacciones de las personas desde la perspectiva de la señalización:

Todos, consciente o inconscientemente, enviamos señales continuamente a los demás.

Conscientemente podemos, por ejemplo:

> Mandar a alguien a tomar por culo sutilmente gritándole “¡VETE A TOMAR POR CULO!”
> Mostrarle afecto diciéndole que le queremos o dedicándole nuestra mejor sonrisa.

Inconscientemente podemos, por ejemplo:

> Mostrar nuestro desagrado con la expresión de asco que aparece automáticamente en nuestra cara ante ciertos estímulos.
> Mostrar nuestras pocas ganas de hablar con alguien con nuestro  lenguaje corporal.

Pero mi fascinación es máxima cuando el objeto final de las señales que emitimos es el de diferenciarnos. Especialmente cuando intentamos diferenciarnos utilizando para ello objetos señalizadores de “estatus” (relojes, ropa, coches…), mensajes en las redes sociales (fotos, vídeos, frases, …) o nuestra propia estética.

Y sobre estas últimas formas de señalización es sobre lo que va el resto del artículo.

 

OPTIMAL DISTINCTIVENESS THEORY (Brewer M. B., 1991)

 

Tengo que reconocer que la primera vez que entré en contacto con el concepto “optimal distinctiveness” (distintividad óptima) me puse bastante palote. Me pareció que podía haber encontrado el nombre (y la teoría) de algo que me tenía absolutamente fascinado desde hacía mucho tiempo:

Tenía que existir una fuerza exageradamente poderosa que fuera capaz de explicar por qué el mundo está lleno de notas y flipaos.

“[…]Los individuos tienen dos necesidades humanas fundamentales y contrapuestas, la necesidad de inclusión y la necesidad de diferenciación, que pueden satisfacerse mediante la pertenencia a grupos moderadamente inclusivos (óptimamente diferenciados).”

Geoffrey J. Leonardelli, Cynthia L. Pickett, and Marilynn B. Brewer “Optimal Distinctiveness Theory: A Framework for Social Identity, Social Cognition, and Intergroup Relations”

¿SOMOS GILIPOLLAS?

 

He de decir que tras googlear “teoría de la señalización, señalización social, optimal distinctiveness, status signals, etc.” y tras leerme un par de papers sobre status signals y optimal distinctiveness (no se lo recomiendo a nadie), no he conseguido saciar mi infinito hambre de confirmación. Las teorías no se corresponden exactamente a lo que yo quería que se correspondieran, así que haré lo que se suele hacer en estos casos. Seguir a lo mío (el sesgo de confirmación no se supera así como así…).

A continuación formularé una hipótesis que no es otra cosa que porno para mi cerebro:

En el mundo distópico de los 2 modelos de coches, un elevadísimo porcentaje de gente adinerada acabaría comprándose el coche caro.

¿Seríamos, como especie, lo suficientemente gilipollas como para construir y creernos una narrativa en la que el coche caro se convertiría en algo sumamente deseable?

 

Mi intuición me dice que rotundamente sí.

Lo vemos a diario con la moda. De un año para otro vemos cómo aparecen modelitos que, en la temporada anterior, sencillamente hubieran sido el paradigma del mal gusto.

Dile a cualquiera de las personas que un año llenaron su armario de pantalones pitillo que al año siguiente iban a llenarlo de pantalones anchos y desgarbados, y que además se los iban a atar a la altura del ombligo y que los bajos iban a estar como para ir a pescar sin mojarse.

Me atrevo a decir que únicamente a punta de pistola hubiéramos sido capaces de conseguir que determinadas personas se vistieran como (sin ellos saberlo) estaban a punto de empezar a vestirse.

Si esto no fuera lo suficientemente maravilloso, cuando a esto le sumas que estas mismas personas empiezan a vestirse como para ir a pescar, para diferenciarse de todos los que se vestían con pantalones pitillo y están empezando a vestirse con pantalones de pescador… ya te quieres morir. What the fuck!!!

Estamos en un mundo en el que muchos están (¿estamos?) metidos de lleno en una carrera sin fin en la que todos intentan ser diferentes de la misma manera.

En el ejemplo de los dos modelos de coches, creo sinceramente que seríamos lo suficientemente gilipollas (o capaces) de conseguir crear una narrativa en la cual el coche caro acabaría siendo infinitamente más deseable que el coche universal.

¿Por qué sería altamente probable que, si te lo pudieras permitir, te acabarías comprando el coche caro?

¿Por qué la gente que gana más dinero suele tener coches más caros?

Lo típico de que son más seguros y todo eso…

Aunque resulte incómodo reconocerlo, probablemente no sea descabellado pensar que la finalidad principal por la que invertimos en determinados objetos es la de enviar un mensaje de lo bien que nos va y lo molones que somos. ¿Cuántas de las fotos que se comparten en las redes sociales NO tienen esta finalidad?

Y esto no es una moda pasajera… ¿Quién no recuerda al hidalgo arruinado del “Lazarillo de Tormes”? Ese orgulloso hidalgo cuya mayor preocupación era la de aparentar NO estar arruinado. Siglo XVI.

 

DEL GRIS AL NEGRO

Como todo en la vida, no todos señalizamos con la misma intensidad, a pesar de que todos, señalizamos.

Si no conocieras a José Mújica, ex-presidente de Uruguay, y te lo encontraras delante de su casa, sería prácticamente imposible que te imaginaras que te encontrabas delante de un ex-presidente.

Hay mucha gente que ha alcanzado la libertad financiera y que vive de una forma absolutamente austera. Si ellos mismos no te lo dijeran, jamás te imaginarías que estabas delante de personas que podrían estar sin trabajar el resto de su vida.

Ni siquiera es necesario que hayan sido presidentes o que hayan alcanzado la libertad financiera. Hay gente que, por el motivo que sea, apenas siente esa maldita necesidad de señalizar.

En el otro extremo de la escala de grises es donde encontramos el auténtico espectáculo:

> Los multimillonarios que compiten por ver quién la tiene más grande (la casa, la piscina, el yate, el avión).
>Los poligoneros que buscan desesperados en el mercadillo la ropa de marca falsificada con los logotipos bien visibles.
>El colega de facebook, instagram, tiktok… mendigando dopamina publicando continuamente lo bien que le va (mientras se atiborra a orfidales).
>Los cachas tatuados que se peinan igual y cambian de peinado a la vez, y que se siguen tatuando y cambiando de peinado a la vez para intentar molar más que los demás cachas tatuados que se siguen tatuando y cambiando de peinado a la vez.

Todos intentando ser diferentes de la misma manera. Todos intentando ser aceptados en sus grupos moderadamente inclusivos a la vez que intentan sentirse lo suficientemente diferentes de otros grupos como para sentirse óptimamente distintos.

 

ENTENDER PARA CAMBIAR

 

En la misma línea que en el resto de mis publicaciones, detrás de este nuevo tema se esconde el anhelo de entender mejor el mundo para intentar “mejorar” mi manera de vivir.

Me pongo marypoppins para cerrar el post. Entender mejor nuestros deseos contrapuestos de pertenencia y diferenciación, y entender mejor el papel de la señalización en nuestras vidas creo que nos puede ayudar a entender mejor algunas de las cosas que hacemos.

 

¿Cuáles son nuestras señales? ¿Qué necesidades esconden?

 

Algo me dice que hay una correlación (incluso una causalidad) entre el nivel de insatisfacción y la cantidad de señales que emitimos.

Ser conscientes de nuestras señales nos permitirá ganar consciencia sobre nuestras necesidades, y aunque el sentido de la flecha normalmente es el de:

 

Necesito X (pertenencia)  Señalizo con Y (me visto a la moda)

Podríamos darle la vuelta de manera que:

 

No señalizo con Y (no me visto a la moda) no necesito X (pertenencia)

Y desde este punto de vista, y aceptando la premisa de que somos animales sociales, y de que necesitamos tanto pertenecer a un grupo como diferenciarnos de otros, podríamos llegar a cuestionarnos si el grupo al que nos queremos acercar con nuestras señales es un grupo al que nos interesa pertenecer.

Probablemente descubramos que muchas de las señales que emitimos habitualmente son parte de un mecanismo totalmente disfuncional con el que intentamos (en vano) satisfacer nuestras necesidades.

Ya lo dice el refranero: no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita.

En el circo de la señalización, probablemente el que más señaliza es el que más necesita. Ojalá mirar la vida como si fuera un circo nos ayude a ser críticos con nuestras señales y a cuestionarnos nuestras necesidades. Ojalá.

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