
¿SON UNOS CABRONES?
Ojalá todas las preguntas fueran así de sencillas. Si esta fuera la pregunta más difícil de las preguntas, la estupidez lo tendría difícil para sobrevivir, o por lo menos el tipo de estupidez que se encarga de formular las respuestas incorrectas.
De hecho, se trata de una pregunta tan bochornosamente sencilla que rara vez se plantea, dado lo evidente de la respuesta. Nadie es tan tonto como para no reconocer a un cabrón en cuanto lo tiene delante. En el preciso momento en el que se te presenta un cabrón, la pregunta de si es un cabrón se desvanece como arena entre los dedos. Es evidente que es un cabrón.
Y ya sabéis que a mí me pirria lo evidente (y los modelos mentales y lo binario y la estrategia y la superficialidad y últimamente los sistemas…) así que ha llegado la hora de pensar en una de las preguntas más fáciles del mundo: ¿Son unos cabrones los cabrones?
TÚ ERES UN CABRÓN O UNA CABRONA
Sí o sí. Es imposible que tú no seas un cabrón o una cabrona para alguien. Seguramente para muchos. O para muchísimos.
¿Es o no es esto alucinante? Sabes perfectamente (me puedo imaginar) que tú no eres un cabrón o una cabrona (qué inclusivo estoy hoy). ¿Cómo es posible que haya tanta gente equivocada?
La genial Donella Meadows, en su igualmente genial (y sesudo) libro “Thinking in Systems” nos habla del concepto de “racionalidad limitada” (bounded rationality). Concepto que al parecer acuñó un tal Herbert Simon (Premio nobel de economía) y con el que ponía en jaque las bases de la economía que había asentado el muy citado Adam Smith 200 años antes.
Adam Smith, “el padre de la economía moderna”, o liberal, o de mercado… creó un discurso lógico brillante según el cual:
“… homo economicus acts with perfect optimality on complete information, and second that when many of the species homo economicus do that, their actions add up to the best possible outcome for everybody.”
(el homo economicus actúa con perfecta optimización sobre la información completa, y en segundo lugar, cuando muchas de las especies del homo economicus hacen eso, sus acciones se suman al mejor resultado posible para todos”.)Adam Smith citado por Donella Meadows. “Thinking in systems”
Esto, para el tío gilito que todos llevamos dentro es el equivalente a encontrar (y creerte) un estudio que te dice que beber cerveza todos los días es buenísimo (si te encanta la cerveza) o que una dieta basada en dónuts y coca cola es el no va más de las dietas saludables (si te encantan los dónuts y la coca cola).
Así, cualquiera con un mínimo de ética, podía sentirse reconfortado al saber que buscar de forma egoísta su propio lucro era cojonudo para todos.
¿De qué manera Herbert Simon y su “racionalidad limitada” cuestionan lo de que beber cerveza todos los días es bueno para todo?
Vuelvo a citar a Donella, copio directamente traducido para que no tengas que darle tanto al dedo para abajo y no parezca un post tan tan largo:
Supongamos que, por alguna razón, te sacan de tu lugar habitual en la sociedad y te colocan en el lugar de alguien cuyo comportamiento nunca has entendido. Habiendo sido un crítico acérrimo del gobierno, de repente te conviertes en parte del gobierno. O habiendo sido obrero en oposición a la dirección, te conviertes en dirección (o viceversa). Quizás habiendo sido un crítico ambiental de las grandes empresas, te encuentras tomando decisiones ambientales para las grandes empresas. ¡Ojalá esas transiciones pudieran ocurrir mucho más a menudo, en todas las direcciones, para ampliar los horizontes de todos!
En tu nueva posición, experimentas los flujos de información, los incentivos y desincentivos, las metas y discrepancias, las presiones, la racionalidad limitada, que acompaña a esa posición. Es posible que puedas retener en tu memoria cómo se ven las cosas desde otro ángulo, y que estalles con innovaciones que transformen el sistema, pero es claramente poco probable. Si te conviertes en gerente, probablemente dejarás de ver al obrero como un socio digno en la producción y comenzarás a verlo como un costo que debe minimizarse. Si te conviertes en agente financiero, probablemente inviertas en exceso durante los auges y no inviertas lo suficiente durante las caídas, igual que los demás agentes financieros. Si te vuelves muy pobre, verás la racionalidad a corto plazo, la esperanza, la oportunidad, la necesidad de tener muchos hijos. Si ahora eres un pescador con una hipoteca sobre tu barco, una familia que mantener y un conocimiento imperfecto del estado de la población de peces, pescarás en exceso.
Ver cómo las decisiones individuales son racionales dentro de los límites de la información disponible no proporciona una excusa para el comportamiento de mente estrecha. Proporciona una comprensión de por qué surge ese comportamiento. Dentro de los límites de lo que una persona en esa parte del sistema puede ver y saber, el comportamiento es razonable. Quitar a un individuo de una posición de racionalidad limitada y colocar a otra persona probablemente no suponga una gran diferencia. Culpar al individuo rara vez ayuda a crear un resultado más deseable.
Extracto del libro de Donella Meadows: “Thinking in Systems”
Es decir, no es improbable que, aunque tú, desde tu “racionalidad limitada”, no te percibas como un cabrón, un montón de personas desde su “racionalidad limitada” sí que te perciban como un cabrón. Para un montón de personas está tan claro que eres un cabrón que no queda espacio para la duda.
Imagínate a algún habitante muy pobre de alguno de los países africanos a los que les endiñamos nuestra basura electrónica. Tú, para él, probablemente seas un cabrón.
O imagínate a una de esas personas que se toman en serio el daño que nuestra especie hace al planeta e intentan, con su forma de vida, minimizar en la medida de lo posible su huella ecológica. Cada vez que estás viajando en avión para acumular experiencias increíbles y todo eso, estás siendo un cabrón. Eres “de los que” ponen por delante del bien del planeta su ocio. Pedazo de cabrón.
Yo mismo, sin duda alguna, soy un cabrón porque muchos de mis enlaces van a la página de venta de libros de amazon. Lo sé, lo sé…
CULPAR AL INDIVIDUO RARA VEZ AYUDA A CREAR UN RESULTADO MÁS DESEABLE
Recupero la última frase del extracto de Donella Meadows para intentar reorientar todo esta reflexión hacia lugares más prácticos.
¿De qué te sirve saber que sí o sí eres un cabrón?
Hagas lo que hagas seguirás siendo un cabrón para muchísimas personas. No solo eso, serás un cabrón por distintas razones para distintas personas. Lo tienes francamente complicado para dejar de ser un cabrón.
Si por ejemplo empiezas a dar pasos hacia una vida con menor impacto negativo sobre el medio ambiente, para muchas personas te estarás convirtiendo irremediablemente en un jodido perroflauta. En uno de esos cabrones que están en contra de todo y que, si fuera por ellos, seguiríamos viviendo en las cavernas.
A nadie nos gusta que pinchen nuestra burbuja. Esa burbuja en la que somos los dueños y señores de nuestra narrativa. Esa burbuja a la que solo dejamos entrar aquello que confirma nuestras creencias. Esa burbuja en la que gracias a la disonancia cognitiva conseguimos sentir que molamos a pesar de nuestras contradicciones.
Saberse objeto de cantidades nada despreciables del amargo odio de no pocas personas no es, desde luego, plato de buen gusto.
El truco del almendruco, aunque difícil y desagradable, quizás consista, una vez más, en dar un paso atrás para poder examinar todo con mayor perspectiva.
Cada vez que descubres que eres un cabrón, ya sea porque la vida te lo dice o ya sea mediante la reflexión, estás ampliando tu perspectiva.
Puedes tratar cada razón por la que eres un cabrón como un nuevo modelo mental. Una nueva lente desde la que poder mirarte. Cada vez que descubres una nueva razón por la que eres un cabrón se te está concediendo el privilegio de acceder a una nueva forma de verte a ti mismo. Se te está concediendo una increíble oportunidad de mirarte a ti mismo a la que nunca podrías acceder si no salieras de tu burbuja.
Recordemos, por si hay algún despistado por ahí, por qué molan los modelos mentales: Los modelos mentales nos ayudan a mirar el mundo desde diferentes ángulos para entenderlo mejor. Entender el mundo mejor nos permitirá ir actualizando nuestra manera de vivir, adaptándola a cada nuevo nivel de comprensión alcanzado, haciendo que nuestra manera de vivir, y por tanto nuestra vida, pueda ir teniendo cada vez más sentido.
Entender cada vez mejor el mundo y no actualizar nuestra manera de vivir equivaldría a saber que el fuego quema y que saberlo no nos sirviera para evitar quemarnos cada vez que viéramos fuego.
Sin embargo, sería una locura pretender dejar de ser unos cabrones en términos absolutos. Como ya hemos visto, es una empresa imposible por definición. Así que, qué podemos hacer?
Utiliza tu picómetro.
En el último post vimos cómo todos nacemos con un increíble detector de gilipolleces que nos da acceso directo a la verdad verdadera. Ahora, ha llegado el momento de hablar del picómetro, otra movida fantástica con la que nacemos, aunque muy pocos saben utilizar.
Salvo que seas un poco psicópata o cosas de esas, no es improbable que te sientas mal cada vez que descubres que eres un cabrón. Pues bien, los eruditos, cuando hablamos entre nosotros con terminología más o menos técnica, nos referimos a ese malestar como picor. Descubrir que eres un cabrón es algo que pica.
A todos nos pica algo, más o menos, pero nos pica. Antes de lanzarte a actualizar tu comportamiento como un loco cada vez que descubras que eres un cabrón (para ser cada vez un poco menos cabrón para unos y más para otros) te aconsejamos que mires el picómetro.
¿Te pica poco? ¡Genial! No desperdicies fuerzas cuando el picómetro da lecturas bajas.
¿Te pica mucho? ¡Ostrás pedrín! Cuando tu picómetro da cifras elevadas ha llegado el momento de echar un ojo y saber qué es lo que está pasando. Quizás me equivoque, a pesar de ser un experto en picómetros, pero siempre que el picómetro da lecturas altas nos encontramos ante un individuo que “ha descubierto” que otras personas han descubierto que es un cabrón. Es decir, el individuo ya se sentía más o menos cabrón, pero saberse cabrón en secreto es algo con lo que cualquier disonancia cognitiva que se precie puede lidiar.
Sin embargo, cuando esa misma cabronicidad sale a la luz, al individuo le resulta mucho más complicado seguir sintiéndose bien consigo mismo.
Ha llegado la hora de plantearse una actualización en la manera de vivir. Si te pica mucho comer espárragos de Perú siendo de Navarra, empieza a comer más espárragos de Navarra. Si te pica mucho ser muy malo en tu trabajo, empieza a intentar ser menos malo en el trabajo. Si te pica mucho ser mal padre, empieza a intentar ser menos mal padre. Si te pica mucho ser un cabrón manifiesto, empieza a intentar ser menos cabrón.
Si no empiezas a arrascarte (comer más espárragos de la zona) cuando te pica, saber que eres un cabrón no servirá más que para saber que eres un cabrón.
¿De qué te sirve saber que otros son unos cabrones?
Una vez que nos hemos ocupado de nosotros mismos, veamos de qué manera nos podría resultar útil saber que vivimos en mundo infestado de cabrones.
Como mínimo, ahora ya sabemos que no es extraño que toda esa gente que nos parece tan cabrona realmente no se sienta tan cabrona. Su racionalidad limitada hace que su comportamiento, para ellos mismos, sea normal, incluso ejemplar.
Puede que te sorprenda saber que el picómetro es tan fantástico que no solo sirve para saber cuánto te pica saber lo cabrón que eres. También sirve para saber cuánto te pica saber lo cabrones que son los demás.
Las reglas vuelven a ser las mismas. Si te pica poco, puedes pasar del tema, o incluso, si estás a tope, lo tienes fácil para intentar reconciliarte con esos – vamos a llamarles – pequeños cabrones. Hablar con ellos, intentar entenderles desde su racionalidad limitada quizás sea suficiente para que cambie tu opinión y te empiecen a caer mejor. Es decir, lo típico de ponerse en sus zapatos.
Si te pica mucho, si te parecen súper cabrones, pero no tienes acceso a ellos, lo mejor es intentar dejar de pensar en ellos.
Si te pica mucho, y además tienes acceso a ellos, tienes 3 opciones:
1) Seguir picándote mucho.
2) Intentar no prestarles atención, que no consuman tu energía (los de la autoayuda buena saben hacerlo, para los demás no es demasiado sencillo).
3) Darles feedback.
Las dos primeras opciones se entienden (creo) solas.
La tercera me tendrá entretenido dándole a la tecla un rato más.
Shane Parrish, en sus libros sobre los modelos mentales, habla de la falta de feedback como uno de los 3 motivos principales por los que fallamos a la hora de actualizar nuestro comportamiento tras interactuar con la realidad:
“The further we are from the feedback of the decisions, the easier it is to convince ourselves that we are right and avoid the challenge, the pain, of updating our views.”
(cuanto más alejados estamos del feedback de nuestras decisiones, más fácil nos resulta convencernos de que estamos en lo cierto y evitar el reto, el dolor, de actualizar nuestros puntos de vista)
Shane Parrish. The Great Mental Models. Volume 1
Sigamos, reprimo mis brutales ganas de liarme a glorificar, vitorear o elogiar el papel del feedback en el mundo, y sigo con lo de los cabrones.
Hablemos sobre un ejemplo concreto y, por desgracia, habitual. Uno de los que hacen que hierva la sangre:
El jefe, o compañero de trabajo o lo que sea que hace la vida imposible a otra persona.
Como decía, por desgracia, creo que todos conocemos algún caso de alguna persona a la que un compañero, jefe, subordinado o lo que sea le ha jodido la vida.
Los gurús de la autoayuda podrán venir ahora con las típicas milongas de que nadie tiene el poder de joderte la vida porque eres tú, en última instancia, el que eliges cómo sentirte ante lo que la vida te presenta.
Lo dicho, milongas. Hay quien sabrá cómo hacerlo, pero a los demás nos queda un poco grande.
Lo dicho, cuando eres un pobre mindundi que eliges aprovechar determinadas conductas de determinadas personas para joderte la vida a ti mismo, la verdad es que no puedes evitar ver a esas personas como auténticos cabrones. Cuando eres ese tipo de mindundi, no puedes evitar intentar entender tu situación desde la miopía de pensar que esos cabrones tienen la culpa de lo que te está pasando.
Y lo triste, por más que nos enoje, es que esos cabrones, desde su racionalidad limitada y la de la gente de su entorno, quizás sean unos padres de familia ejemplares, o grandes amigos y mejores personas.
Si eres la persona afectada, por más que los gurús de la autoayuda te vayan con sus milongas, la realidad es que estás jodido. Desde tu (debilitada) posición es difícil reaccionar con convicción.
Sin embargo, es más que posible que haya otras personas en esa misma organización que se den cuenta de lo que está pasando. Es posible que esas personas también piensen que el que te está machacando sea un pedazo de cabrón.
Si tú eres una de esas personas, dale feedback. Sé creativo y piensa en cómo podrías conseguir que ese cabrón se de cuenta de que sabéis que es un cabrón. Es mucho más difícil ser un cabrón cuando todo el mundo sabe, y te hace saber, que eres un cabrón.
Cuando el mundo en el que alguien se está comportando como un cabrón se comporta con el cabrón como si fuera un cabrón, el cabrón, en su faceta de cabrón – salvo en el caso de que además sea un psicópata – tiene los días contados.
Los cabrones que hacen reventar los picómetros, si consiguen mantenerse alejados de las consecuencias de sus acciones/decisiones, seguirán siendo personas ejemplares dentro de los círculos de su racionalidad limitada.
En nuestras manos está mejorar nuestro mundo gracias a sabernos o saberles cabrones.
Si te da pereza leer, aquí lo leo para ti.